22 abr 2011

Miércoles 13 de abril, Cancún, Estado de Quintana Roo

                Después de un viaje de alrededor de 3 horas llegamos a la terminal de Cancún. Caminamos hasta el hotel Los Girasoles, que nos habían recomendado en Mérida. En la terminal nos dicen que esta cerca pero las aproximadamente 10 cuadras se hacen largas con las valijas bajo el sol de las 3 de la tarde. El hotel esta bien, la habitación que nos toca tiene dos camas dobles, por lo tanto es grande, tiene ventanas al exterior, aire, cable y una heladerita bajo mesada. El precio también es bueno: $ 400 mexicanos, menos de 140 argentinos. Nos instalamos y nos vamos a almorzar.
Nuestro hogar cancunense

                Comemos en un lugar chico, medio al paso, de pescados y mariscos. Estamos en la costa y obviamente todo lo que venga del mar esta bueno y fresco, aunque no tan barato como se supondría, pero si más que en la costa argentina por ejemplo. Me pido un taco de camarones y unas pescadillas, que es como una tira de pescado (basa en Mexico, mero en Argentina) rebozado con harina y frito. Yamila, que no se lleva tan bien con el mar, pide una ensalada. Todo muy bien y arrancamos para la playa.
                Nos tomamos un colectivo a la zona hotelera. Recién en este momento empezamos a tomar conciencia de lo que es en realidad Cancún y su lógica interna. Cancún centro, donde estamos alojados nosotros, y sus alrededores, es en realidad la parte donde viven los empleados de los turistas de la zona hotelera. El “B-side” de Cancún. El lado A, la zona hotelera, son kilómetros y kilómetros de hoteles gigantes, muchos grotescos para utilizar la palabra correcta. Cancún tiene una curiosa geografía en la cual la costa está separada del continente por una laguna, Nichupte. A lo largo de toda esa franja de tierra que tiene de un lado el mar y del otro la laguna se apilan hoteles monstruo y enfrente, cruzando las avenidas de ida y vuelta, malls, restoranes, bares y un largo etc. Todo es gigante, excesivo, exagerado, en fin, bien al gusto norteamericano. Todo esta pensado para el turismo yankee, y al parecer les funciona. Si hubiera una lista de las peores 7 maravillas del mundo, seguramente la zona hotelera de Cancún sería una de ellas. Es realmente impactante, pero por malas razones. Sobre gustos...


                Ah si, la playa. Legalmente todas las playas mexicanas son públicas. Pero el gobierno concesiona las franjas adyacentes a los hoteles para el uso de los mismos. Traducido, cada tanto, escondida entre los hoteles, hay un acceso del tamaño de un garaje a playas liberadas (les dicen públicas, pero en realidad significa que no están concesionadas), que son muy pequeñas. Una vez en la playa, uno puede instalarse donde quiera (incluidas las partes de playa de los hoteles) pero las partes concesionadas están inundadas de reposeras, sombrillas, hamacas y demás pertenencias de los hoteles que por supuesto no se pueden usar. En fin, el sistema no es muy diferente del argentino, con la diferencia que en las playas bonaerenses los balnearios no tienen el tamaño de un hotel de Las Vegas. Y además, las playas en Cancún son bastante cortas. Claro, en contraposición las del Caribe estan un poquito mejor que las nuestras.
                En este contexto, y teniendo en cuenta que cuando bajamos del colectivo ya es casi de noche, decidimos suspender la playa y cambiarla por un safari por el mall “La Isla”, donde se pueden observar incontables ejemplares del homo-cosumere en su hábitat natural. Fascinante.

En colectivo a la zona hotelera

Para muestra basta un botón

1 comentario:

  1. parece que tuvieron una linda experiencia.. me gusta mucho el pescado y los mariscos, si te acordas el nombre me gustaría saberlo ya que en unos días voy a ir a uno de los hoteles en cancun en zona hotelera con toda mi familia. esperemos pasarla de lujo como ustedes

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